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A review by loulamaga
Corazón que ríe, corazón que llora by Maryse Condé
4.0
Para separarnos, para distinguirnos, para segregarnos, cualquier pretexto es bueno. Corazón que ríe, corazón que llora es un documento precioso sobre, no sólo el racismo sino también el clasismo. Duro y claro, no hay más.
Maryse Condé es suave en su escritura, rotunda en el manifiesto de estos textos que nos cuentan su historia, vista como una niña en crecimiento, pero que no ignora el sistema de jerarquías y privilegios que todos asumimos apenas podemos, y bajo cualquier pretexto.
Una familia negra, en la Isla de Guadalupe, venida a más, que no pierde oportunidad para dejar claro que no son como los otros: ni mulatos ni parlantes de criollo. Ellos hablan francés, entre otras cosas que les distinguen del común de los isleños; así no son como los demás.
Pero claro, no son como los demás también implica que no son blancos, que aún pueden ser objeto de discriminación. Dramática es la anécdota de Maryse jugando con la niña blanca y todo lo que en el juego infantil se evidencia con total racismo, aprendido desde la cuna.
Ella no entiende como tiene que aguantarlo, pero lo hace porque ¿es un juego? ¿es su papel en la historia? Sin embargo, lo aguanta a medias porque también lo cuestiona, aunque sus padres lo hagan invisible.
Hacen invisible el posible racismo del que pudieran ser víctimas, pero no esconden su clasismo frente a los otros "que no son como ellos".
Para estos tiempos en que #AllLivesMatter y adelantándome bastante a la iniciativa de @Trotalibros sobre el Black History Month (que algunos haremos en julio 2020) Lecturas como éstas nos dejan claro lo complejo y rancio es el racismo, le encarnado que está en la humanidad y lo mucho que nos falta por contar.
Se suma al racismo y el clasismo, por supuesto, el conservadurismo. El papel de la mujer que al final de cuentas se debe liberar a sí misma. Creo que aquí me quedó corto el texto, me habría encantado seguir la historia de Maryse Condé.
Y si bien una "golondrina no hace verano", este texto es un buen indicio del porqué la eligieron como Nobel Alternativo en 2018.
Habrá que seguir sumergiéndonos en su lectura.
Maryse Condé es suave en su escritura, rotunda en el manifiesto de estos textos que nos cuentan su historia, vista como una niña en crecimiento, pero que no ignora el sistema de jerarquías y privilegios que todos asumimos apenas podemos, y bajo cualquier pretexto.
Una familia negra, en la Isla de Guadalupe, venida a más, que no pierde oportunidad para dejar claro que no son como los otros: ni mulatos ni parlantes de criollo. Ellos hablan francés, entre otras cosas que les distinguen del común de los isleños; así no son como los demás.
Pero claro, no son como los demás también implica que no son blancos, que aún pueden ser objeto de discriminación. Dramática es la anécdota de Maryse jugando con la niña blanca y todo lo que en el juego infantil se evidencia con total racismo, aprendido desde la cuna.
Ella no entiende como tiene que aguantarlo, pero lo hace porque ¿es un juego? ¿es su papel en la historia? Sin embargo, lo aguanta a medias porque también lo cuestiona, aunque sus padres lo hagan invisible.
Hacen invisible el posible racismo del que pudieran ser víctimas, pero no esconden su clasismo frente a los otros "que no son como ellos".
Para estos tiempos en que #AllLivesMatter y adelantándome bastante a la iniciativa de @Trotalibros sobre el Black History Month (que algunos haremos en julio 2020) Lecturas como éstas nos dejan claro lo complejo y rancio es el racismo, le encarnado que está en la humanidad y lo mucho que nos falta por contar.
Se suma al racismo y el clasismo, por supuesto, el conservadurismo. El papel de la mujer que al final de cuentas se debe liberar a sí misma. Creo que aquí me quedó corto el texto, me habría encantado seguir la historia de Maryse Condé.
Y si bien una "golondrina no hace verano", este texto es un buen indicio del porqué la eligieron como Nobel Alternativo en 2018.
Habrá que seguir sumergiéndonos en su lectura.